miércoles, diciembre 19, 2007

Reverdeciendo



Cuanta sangre y cuanto hastío, cuanto llanto, cuanta duda, cuanto polvo, cuanta culpa, cuanto amor.

Como si las paredes se fueran consumiendo agónicamente,
como si los trapos sucios tirados fueran los únicos habitantes vivos, como si la luz que se colaba por la ventana ya no encontrara reflejo, como si la sustancia dulce que lubricaba nuestra máquina, se hubiese secado.

Me siento espectadora en un complicado tráfico de miradas que no dicen nada, que buscan cruzarse con alguna otra, que esté tan perdida como todas esas, deleitada por la calma, seducida por la soledad más profunda, duermo las emociones, condeno las sensaciones, te culpo y dejo crecer las alas.